martes, 14 de agosto de 2007

Matices masculinos

A pesar de ahora, ser mucho más atractiva, físicamente hablando, a lo que era en la secundaria, aún tiende a aflorar mi lado masculino.

Esto comenzó en el colegio. Como no me consideraban mucho por no figurar como una de las chicas Mckay “más ricas no hay”, planteé esta inquietud a mi padre, y por varias faltas de respeto y sobrenombres como el más conocido por todos: Loreto cara de completo o pasar a ser, por mi apariencia, mi forma de vestir y mi protuberante y notoria nariz: Sor Quiña, él decidió enseñarme a defenderme, no en forma verbal, sino a lo mero macho, a punta de golpes.

Comenzó mi proceso de boxeadora amateur, siendo el destino de los golpes, las manos de mi padre. Con la práctica llegué a ser bastante buena, mi destino casi nunca era el rostro, por lo general me bastaba con golpear un brazo o la espalda, además nunca pretendí enfrentarme a una mujer, ya que por ser mis similares prefería ignorar sus juicios y no intercambiar siquiera palabras.

Luego comencé a mirar la lucha libre hasta convertirme en una ferviente fanática del, en ese entonces, maligno Triple H y sus secuaces, Degeneration X. Más interesante era para mi aprender llaves y patadas voladoras que mirar lo típico que una damita ve en la tele, para mí la WWF, en ese entonces, era mejor que una telenovela.

Varias veces practiqué algunas movidas como la muralla de Jericó, el pedigree y el codazo del pueblo, entre otras, con mis hermanas y hasta con el sexo opuesto.

Cuando ya me aburrí de los nuevos personajes y se había acabado la época Mcmahon- Hemsley, entré a la universidad usando buzo.

En una navidad anterior me habían regalado una polera de mi ídolo Triple H, me compré unos pantalones negros con verde fosforescente, los típicos colores del grupo de mi luchador favorito, me pinté las uñas negras y lucí un anillo de calavera.

Me hice más adicta a mi equipo de fútbol, Colo- Colo y por lo tanto fui catalogada de flayte y por mi forma de caminar, vestir y un día sugerir poner música más pesada también fui llamada marimacha.

A veces digo que si no encuentro al hombre de mi vida, no me cerraré a la posibilidad de cambiar mis preferencias sexuales y convertirme en lesbiana. Será que hubiese sido mejor haber nacido hombre? O tal vez soy así por el fuerte deseo de mis padres de que su primer retoño se llamara Luis Andrés?

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